COMENTARIO.-
Agatha y el significado del tiempo.-
El concepto –tiempo- siempre ha sido algo
llamativo para mí. También la inseparabilidad del mismo del concepto –espacio-.
Tiempo y espacio son, en definitiva, dos conceptos humanos, (creados por el
hombre), que determinan nuestra existencia.
José
María Carandel, cuando escribió el prólogo de una de las
ediciones de la obra de Hermann Hesse, (1976
de editorial Planeta), presentada con el título El último verano de Klingsor, (en realidad conformada por tres narraciones
cortas, “Alma de niño”, “Klein y Wagner” y la última que le dio el título de
presentación “El último verano de Klingsor), decía, con buen criterio, que -se está esfumando la pretensión de que
el hombre sea, ante todo, una razón limpia y suprema capaz de descifrar la
realidad-. Consideraba que no se trataba sólo de conocer la verdad, sino que
era preciso vivirla, y vivirla de manera personal. Según su criterio, no se
trataba de dilucidar el problema sobre
si la actitud de vivir personalmente la verdad no se limitase, equivocadamente, a
vivir personalmente sin preocuparse por la verdad.
El escritor Hesse fue un decidido defensor de
la inmersión en los fondos subjetivos como condición imprescindible para
lanzarse fuera, al mundo y al futuro. K.A. Horst, resumió la postura de Hesse
diciendo: “El espíritu se vuelve
impotente para contener y dirigir los impulsos irracionales que habitan los
estratos más profundos del alma y que en su dinamismo son los más fuertes”.
Me pregunto si el tiempo y el espacio existen
en realidad. Sí, me lo pregunto. Tengo una permanente sensación –circular-, de
reiteración de la –ocurrencia-. Los hechos ocurren una y otra vez, con matices
y formas diferenciadas, pero ¿Son o no son los mismos hechos, simplemente
modificados?. ¿Eso es el transcurso del tiempo?. ¿Una reiteración modificada?.
¿Cuál es el significado del tiempo?.
No todo en la vida tiene que ser comprendido.
No todo debe tener en nuestra mente un origen, un desarrollo y una conclusión.
En ocasiones también, me parece que vivo en un permanente silogismo. En lo más
íntimo percibo que mi espíritu se vuelve impotente y que mis impulsos no son
racionales. Desde esos estratos profundos del alma, surgen ideas muy fuertes
que me hacen sentir la irrealidad del momento, del pasado, de los recuerdos.
Sin embargo, un emerger desde las profundidades del cerebro, al mismo tiempo y
de un modo contradictorio, me acomoda mejor, muchas veces, a las imágenes y a
los hechos de ficción, que son más reales que la realidad misma, que la realidad
formal, que la realidad que está sujeta, encadenada a los conceptos de –tiempo-
y de –espacio-.
Esto que digo es un absurdo en sí mismo y al
mismo tiempo, es una contradicción sustancial que tiene mucho sentido. Entonces,
una vez más, me pregunto ¿Cuál es el significado del tiempo?.
La cuestión es que, según pasa ese tiempo del
que hablo, me voy sintiendo más incapaz de descifrar la realidad, me resulta
más difícil saber lo que es verdad y lo que no lo es, y eso ocurre mientras
vivo la misma verdad, que debe ser la realidad.
Vivo la verdad que en apariencia es real o
que debe serlo y no me gusta. No me gusta nada. Quizá por eso me resista a
descifrar lo que veo y lo que siento, y me parezca más dotada de sentido la
ficción.
Durante estos días se ha producido un hecho
extraordinario: Ha nacido Agatha, mi nieta. De modo repentino, el paso
generacional me ha convertido en abuelo. Aún siendo algo esperado, incluso
deseado, este acontecimiento, cuando se ha producido en realidad y se ha
convertido en una verdad, me ha resultado inesperado, sorprendente, único,
dotado de esa excepcionalidad con la que lo adjetivo.
¿Cómo ha ocurrido?. ¿Ha sido el tiempo?. ¿Ese
es su significado?. Al ver a Agatha en mis brazos, al sentir su cuerpo pequeño,
inerme, vulnerable, esa realidad es difícil de descifrar. Entonces, lo que no
tenía sentido, la dificultad de racionalizar el –tiempo- y el –espacio-, han
perdido importancia. Como decía José
María Carandel, estoy viviendo de modo personal la existencia de mi nieta y
no se trata de dilucidar el problema
sobre si la actitud de vivir personalmente éste hecho, sea lo importante, sino
de vivirlo sin preocuparme por la verdad de que haya ocurrido.
La preocupación, las preocupaciones son
otras, la razón se difumina y parece que el sentimiento, un sentimiento amoroso
irracional se extiende como el agua sobre la tierra, cubriéndolo todo,
refrescando el ambiente, transformando el espacio para que la protección y el
amor por ese nuevo ser sea lo prioritario, lo principal, lo demás, no parece tener
el mismo sentido que antes.
Aún así, todo esto tiene algo de irreal. Hace
nada tenía a la madre de mi nieta en mi regazo, del mismo modo, con un
sentimiento muy similar. Ha tenido que ser el tiempo, es una reiteración, es lo
mismo pero modificado. El significado del tiempo, al menos uno de los que
tiene, debe ser enseñarnos de nuevo otra verdad. En el fondo es la misma, pero
es otra diferente. ¿Viviré entonces los mismos miedos?. ¿El mundo de Agatha
será igual que el mío?. Si es así, ¿Tendrá que caminar por él con el mismo
esfuerzo?. Parece que sí.
La aventura de la vida es eso. Seguramente
ella, Agatha, después de los años, incluso cuando yo no exista, se hará las
mismas preguntas. Mientras tanto, no hace falta que yo siga intentando
descifrar la verdad. Al menos cuando me encuentre con ella, no me hará falta.
Su madre, mi hija, Esther, lo ha hecho bien, una
vez más. Solo con ver a Agatha y sentirla crecer, podré encontrar otra realidad
más tolerante, con ese sentimiento de amor, sin necesidad de que tenga sentido,
su presencia también se extenderá como el agua fresca, como digo, sin que yo
pueda controlarla y sin que tampoco tenga ningún deseo en hacerlo. Ella me
controlará a mí con seguridad, no tengo dudas. Al menos en eso.