COMENTARIO.-
VIVIR CON MIEDO.-
El
miedo, dicen, es una reacción instintiva que tiene por objeto la supervivencia.
Sin miedo asumiríamos riesgos excesivos y las probabilidades de autodestrucción
se incrementarían exponencialmente. Sin embargo, vivir con miedo no deja de ser
un sufrimiento y si ese miedo se extiendo en una diversidad de órdenes de la
vida, se convierte en algo insoportable.
Sentir
miedo es una forma de dolor que si no se controla puede afectar a los más
elementales comportamientos y sin duda, afecta al estado físico. ¿Se puede
enfermar de miedo?, ¿Se puede morir de miedo?. Pienso que sí, ya que cualquier
sufrimiento, cuando se transforma en algo insoportable acaba dañando, arrasando
todo aquello sobre lo que se asienta.
Nos
enseñan a ser valientes, incluso a convertirnos en héroes de nosotros mismos.
Unos pocos llegan a conseguirlo. Incluso para ello destruyen todo a su paso. La
mayoría no es capaz de conseguirlo y vive toda su vida sumido en un estado
incierto y temeroso, que les hace encontrarse en la frontera de la locura.
Si
lo pensamos bien, gran parte de nosotros somos unos cobardes, dignos, pero
cobardes, al fin y al cabo. Muchos, no solo somos cobardes, sino que tenemos un
punto de locura. Necesitamos esa locura para sobrevivir. El miedo, la cobardía,
también implica que los comportamientos sean tan agresivos o más que los
comportamientos heroicos y valientes.
He
conocido personas realmente valientes, dispuestas a hacer frente a cualquier acontecimiento
con valentía, con energía. También, en mayor número, he conocido personas
temerosas, inseguras, que sufren una permanente desorientación que les obliga a
estar a la defensiva en todo momento.
Durante
la vida, no nos comportamos igual en todo momento. A veces, nos sorprendemos a
nosotros mismos cuando tenemos la capacidad de decisión que otros no tienen, en
otras ocasiones, la huida, el miedo, nos aleja del riesgo de tal modo, que nos
convertimos en seres huraños, aislados, indiferentes a esa realidad, aparente,
que no nos gusta, que nos genera miedo.
Un
sabio oriental decía que para luchar contra el miedo solo hace falta –aire-.
Quizá esa opinión se refleje en esas situaciones en las que ante un
acontecimiento que nos produce temor, intentamos luchar respirando profundamente.
Necesitamos tomar –aire- para equilibrar nuestra mente y nuestro cuerpo.
Tenemos
miedo a muchas cosas, entre ellas, al cambio. Modificar nuestros hábitos,
nuestras costumbres, nos da miedo. Pero…, si lo pensamos bien, cuando se vive
en un estado temeroso, ese estado, en gran medida, ¿No tendrá su origen en esos
hábitos y en esas costumbres?. Si sufres en el trabajo, en tu casa, en tu
ciudad, ¿No será mejor cambiar de trabajo, de casa o de ciudad?. Claro, es fácil
emitir una opinión, la acción es otra cosa. Además, muchas veces, ese miedo, no
es solo por ti, sino por los que te rodean. Tu decisión no es solo tuya, sino
que afectará a las personas que quieres, a las personas que te necesitan. El
riesgo no será solo tuyo, sino también de otros. No es fácil huir del miedo y
en ocasiones al huir de él entras en otro miedo distinto, que no sabes muy bien
si será más o menos soportable al anterior.
Por
eso, luchar contra el miedo requiere, posiblemente, tomar distancia sobre ti mismo
y sobre lo que te rodea. Para valorarlo tienes que observarlo como si se
tratase de un mapa; desde lejos. Es importante, pienso yo, dar a las cosas el
valor más conveniente, no el valor que parecen tener. En la vida, ya se ha
dicho, que solo hay dos acontecimientos con un valor importante, dos momentos
trascendentes: Nuestra llegada y nuestra marcha. Todo lo demás no tiene tanta
trascendencia. La trascendencia es algo que alimentamos o no nosotros mismos. A
pesar de las presiones externas, somos nosotros los que tenemos que dar o
quitar valor a las cosas.
Cuando
todo aparenta tener mucho valor, el grado de exigencia es muy grande y el temor
a perder o desear algo es muy grande. Eso no es otra cosa que vivir con miedo.
Un miedo que se transforma en algo insoportable a la primera de cambio, que nos
domina y que nos destruye.
No
debemos exigir mucho a la vida y menos a nosotros mismos. Somos seres
imperfectos y no vamos nunca a alcanzar la perfección que uno desearía y menos
aun la que desearían otros. Si no comprendemos esto, la vida se hace muy difícil
de vivir.
Son
muchas las circunstancias y las personas que te impiden tomar esa distancia y
que te exigen mucha atención. La vida no es justa, nunca lo es, por eso no nos
desesperemos cuando lo comprobamos. La vida es y nada más.
Yo
vivo con miedo y creo que nadie puede vivir sin él. Intento, con esfuerzo,
alejarme del riesgo o afrontarlo con decisión, según los casos. Muchos me
exigen un grado de perfección que no tengo, pero intento comprenderlo, ya que
ellos, también tienen miedo y son al menos tan imperfectos como yo.
La
mejor forma de luchar contra ese miedo es intentar comprenderlo. Solo pensar en
ello hace más fácil vivir. Si hay algo que no entiendes, es más difícil saber
lo que hay que hacer.
En
la vida, cuando se han alcanzado los mayores éxitos, ¿No es precisamente cuando
se ha dispuesto de una mayor seguridad en uno mismo?. Esa seguridad se suele
obtener cuando se tiene un mayor conocimiento del medio en el que te mueves, de
las personas con las que compartes y de tu propio comportamiento. Eso requiere
conocer. También los éxitos son más fáciles de obtener, cuando la exigencia la
puedes modelar tú mismo, tanto la propia como la ajena.
Vivimos
tiempos inseguros, inciertos. Defender la justicia, la igualdad, la no
discriminación, la ausencia del mal trato, que no exista el abuso del poder, no
requiere necesariamente héroes, aparentemente sin miedo. La lucha muchas veces
es interior, intimista, lenta, contra el miedo propio. Unos dan pasos cortos,
otros más largos, pero la conciencia sobre lo que es el miedo y la forma de
afrontarlo, es siempre la semilla del éxito, tanto del propio como del ajeno.
Estoy
cansado del que culpabiliza al otro, del que se defiende del miedo a través del
otro, del que se justifica todos los días sin razón, del que solo comprende lo
que le favorece, del intolerante, que te exige a ti, sin exigirse él mismo, del
que no comprende porque no desea pensar, del que tiene tanto dolor y
sufrimiento que se ciega y no ve.
Comentar
y compartir estas opiniones ya es uno de los caminos. Debemos vivir los cambios
de nuestro mundo con racionalidad y sentimiento. La lucha contra el miedo
parece que así lo requiere.
Puede
que opines otras cosas, que no estés de acuerdo conmigo, pero…estoy convencido
de que tienes, al menos, tanto miedo como yo.