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domingo, 26 de abril de 2015

UNA REFLEXIÓN DE DOMINGO






UNA REFLEXIÓN DE DOMINGO.- 26.4.2015.
Salvo en un período de adolescencia, ya muy lejano, en el que el proceso hormonal y el descubrimiento del amor y el sexo, se convirtieron en algo desorientador y descontrolado, en el que escribía con pudor sobre mis sentimientos, sensaciones y descubrimientos, ocultando cada página en un cajón secreto, no he entendido bien a aquellos que dicen que escribir para uno mismo tiene algo de místico. Pienso, sinceramente, que quien escribe trasciende de sí mismo, sale al exterior de algún modo y no es concebible que no sea con el objetivo de ser leído por otros. Si eso es así, la escritura pierde su sentido sustancial y se transforma en algo hueco y opaco, en algo sin fondo. No es lo mismo mirar al cielo una noche estrellada y tocar con la punta de los dedos cada estrella y contarlo a los cuatro vientos para que todo el mundo lo sepa, que observar la oscuridad de un profundo pozo, negro, húmedo, que te da miedo y sufrir ese dolor interno con intensidad y terrible estremecimiento sin compartirlo con nadie.
He dejado que el tiempo pasara, que ocupase esa distancia que a veces se necesita para que la sopa de la vida se asiente.
Hoy es un día propicio para escribir. El cielo nublado y la lluvia intermitente hacen que el interior de la casa parezca más confortable de lo habitual y que los pensamientos sobrevuelen por encima de mi cabeza, provocándome una observación templada de las horas.
Estos últimos meses, semanas y días han sido una miscelánea de acontecimientos. He vivido alguna emoción de éxtasis breve, con el crecimiento de mi nieta, también dolor y sufrimiento inconmensurables por el dolor propio provocado por una reciente cirugía sufrida, pero sobre todo por las noticias de este mundo insensible, en el que el valor de la vida humana, ha vuelto a perderse en los rincones nublosos del hambre, la migración forzada y la huida miserable de la guerra. He podido ver el comportamiento de aquellos que descubrieron hace ya mucho tiempo, que la humildad cobarde de la sociedad, es moldeable como la arcilla, con pocos riesgos aparentes, lo que les ha permitido durante largos años ejercer el poder supremo sobre los demás, sin pudor ninguno por tomar con ambas manos cualquier cosa. Si, cualquier cosa digo, ya que, con la misma voluntad, se han apropiado de nuestro dinero, como del alma de muchos que aún crédulos, piensan que el enemigo esta siempre en una especie de frontera que les han creado a su medida esos mismos ladrones, dueños del poder y suponen que sus creencias son créditos de un pasado y una historia de buenas costumbres puestas en riesgo por esos enemigos.
Es posible que mi mente gire y gire una y otra vez sobre esa miscelánea de acontecimientos, como si se tratase de una gran noria y no encuentre el momento de saltar, ya que la caída puede que sea dolorosa. No lo sé muy bien. La cuestión es que esos meses, semanas y días han pasado y aún estoy aquí, escribiendo estas palabras en un marco de esperanza, buscando las aguas del río que se aleja entre las montañas del cuadro de la vida, esperando, una vez más, que el sol reaparezca en el horizonte, que mi cerebro pinta y pinta, buscando los mejores colores, las mejores luces y evitando las sombras.
Como se ve, escribo inmerso en una poética y trascendente visión existencial, que puede parecer que tiene un tono gris de desánimo y de aceptación desesperanzada, pero…no es en absoluto así.
Hoy, a pesar de lo nublado del día, he visto como las ramas del ciprés de mi ventana se movían, como soltaban al aire las gotas de la lluvia, como si fuesen diamantes voladores. He comprobado que la atmósfera estaba más limpia y he respirado con profundidad, dejando que el oxígeno penetrase hasta cada rincón de mis pulmones, para luego dejarlo salir de nuevo. He sentido cada impulso, cada instante de mi respiración y me he sentido vivo. He comprendido que la historia no es algo lejano y ajeno a mi existencia, sino que forma parte de cada uno de mis pensamientos. Que lo que reflexiono hoy, tiene en cada uno de sus silogismos algún elemento del hombre de cromañón, de la guerra de los cien años, de los vuelos a la luna y sobretodo, del big bang. Que la transformación es la vida, que nada, absolutamente nada, es ajeno al cambio, que nada en definitiva es estático, permanente. Incluso los iceberg congelados del Ártico se modifican y yo, a pesar de ser un mínimo ser vivo, puedo hacer explotar las nubes, abrir caminos en el cielo, aunque eso solo forme parte de mi imaginación. La realidad esta formada por una gran e inmensa energía incontrolable que hace posible lo imposible, que puede crear cualquier cosa, que puede conseguir que la igualdad, el amor, la justicia, tengan su lugar en este mundo aparentemente incomprensible. Incluso he sido muy consciente de la trascendencia de la misma evolución, tanto como de la poca importancia de esas muchas cosas que nos provocan sufrimiento, miedo y desesperación. Un solo segundo de conciencia del mundo y de uno mismo, es como un capullo recién abierto, como el nacimiento de un hijo, como el hermoso vuelo de un águila, como el aleteo de un colibrí, como el último instante en el que el sol se oculta al anochecer.



Jesús Benítez.- 26.4.2015