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sábado, 26 de abril de 2014

COMENTARIO.- AGATHA Y EL SIGNIFICADO DEL TIEMPO







COMENTARIO.-



Agatha y el significado del tiempo.-

El concepto –tiempo- siempre ha sido algo llamativo para mí. También la inseparabilidad del mismo del concepto –espacio-. Tiempo y espacio son, en definitiva, dos conceptos humanos, (creados por el hombre), que determinan nuestra existencia.
José María Carandel, cuando escribió el prólogo de una de las ediciones de la obra de Hermann Hesse, (1976 de editorial Planeta), presentada con el título El último verano de Klingsor, (en realidad conformada por tres narraciones cortas, “Alma de niño”, “Klein y Wagner” y la última que le dio el título de presentación “El último verano de Klingsor), decía, con buen criterio, que -se está esfumando la pretensión de que el hombre sea, ante todo, una razón limpia y suprema capaz de descifrar la realidad-. Consideraba que no se trataba sólo de conocer la verdad, sino que era preciso vivirla, y vivirla de manera personal. Según su criterio, no se trataba  de dilucidar el problema sobre si la actitud de vivir personalmente la verdad no se limitase, equivocadamente, a vivir personalmente sin preocuparse por la verdad.
El escritor Hesse fue un decidido defensor de la inmersión en los fondos subjetivos como condición imprescindible para lanzarse fuera, al mundo y al futuro. K.A. Horst, resumió la postura de Hesse diciendo: “El espíritu se vuelve impotente para contener y dirigir los impulsos irracionales que habitan los estratos más profundos del alma y que en su dinamismo son los más fuertes”.
Me pregunto si el tiempo y el espacio existen en realidad. Sí, me lo pregunto. Tengo una permanente sensación –circular-, de reiteración de la –ocurrencia-. Los hechos ocurren una y otra vez, con matices y formas diferenciadas, pero ¿Son o no son los mismos hechos, simplemente modificados?. ¿Eso es el transcurso del tiempo?. ¿Una reiteración modificada?. ¿Cuál es el significado del tiempo?.
No todo en la vida tiene que ser comprendido. No todo debe tener en nuestra mente un origen, un desarrollo y una conclusión. En ocasiones también, me parece que vivo en un permanente silogismo. En lo más íntimo percibo que mi espíritu se vuelve impotente y que mis impulsos no son racionales. Desde esos estratos profundos del alma, surgen ideas muy fuertes que me hacen sentir la irrealidad del momento, del pasado, de los recuerdos. Sin embargo, un emerger desde las profundidades del cerebro, al mismo tiempo y de un modo contradictorio, me acomoda mejor, muchas veces, a las imágenes y a los hechos de ficción, que son más reales que la realidad misma, que la realidad formal, que la realidad que está sujeta, encadenada a los conceptos de –tiempo- y de –espacio-.
Esto que digo es un absurdo en sí mismo y al mismo tiempo, es una contradicción sustancial que tiene mucho sentido. Entonces, una vez más, me pregunto ¿Cuál es el significado del tiempo?.
La cuestión es que, según pasa ese tiempo del que hablo, me voy sintiendo más incapaz de descifrar la realidad, me resulta más difícil saber lo que es verdad y lo que no lo es, y eso ocurre mientras vivo la misma verdad, que debe ser la realidad.
Vivo la verdad que en apariencia es real o que debe serlo y no me gusta. No me gusta nada. Quizá por eso me resista a descifrar lo que veo y lo que siento, y me parezca más dotada de sentido la ficción.
Durante estos días se ha producido un hecho extraordinario: Ha nacido Agatha, mi nieta. De modo repentino, el paso generacional me ha convertido en abuelo. Aún siendo algo esperado, incluso deseado, este acontecimiento, cuando se ha producido en realidad y se ha convertido en una verdad, me ha resultado inesperado, sorprendente, único, dotado de esa excepcionalidad con la que lo adjetivo.
¿Cómo ha ocurrido?. ¿Ha sido el tiempo?. ¿Ese es su significado?. Al ver a Agatha en mis brazos, al sentir su cuerpo pequeño, inerme, vulnerable, esa realidad es difícil de descifrar. Entonces, lo que no tenía sentido, la dificultad de racionalizar el –tiempo- y el –espacio-, han perdido importancia. Como decía José María Carandel, estoy viviendo de modo personal la existencia de mi nieta y no se trata de dilucidar el problema sobre si la actitud de vivir personalmente éste hecho, sea lo importante, sino de vivirlo sin preocuparme por la verdad de que haya ocurrido.
La preocupación, las preocupaciones son otras, la razón se difumina y parece que el sentimiento, un sentimiento amoroso irracional se extiende como el agua sobre la tierra, cubriéndolo todo, refrescando el ambiente, transformando el espacio para que la protección y el amor por ese nuevo ser sea lo prioritario, lo principal, lo demás, no parece tener el mismo sentido que antes.
Aún así, todo esto tiene algo de irreal. Hace nada tenía a la madre de mi nieta en mi regazo, del mismo modo, con un sentimiento muy similar. Ha tenido que ser el tiempo, es una reiteración, es lo mismo pero modificado. El significado del tiempo, al menos uno de los que tiene, debe ser enseñarnos de nuevo otra verdad. En el fondo es la misma, pero es otra diferente. ¿Viviré entonces los mismos miedos?. ¿El mundo de Agatha será igual que el mío?. Si es así, ¿Tendrá que caminar por él con el mismo esfuerzo?. Parece que sí.
La aventura de la vida es eso. Seguramente ella, Agatha, después de los años, incluso cuando yo no exista, se hará las mismas preguntas. Mientras tanto, no hace falta que yo siga intentando descifrar la verdad. Al menos cuando me encuentre con ella, no me hará falta.
Su madre, mi hija, Esther, lo ha hecho bien, una vez más. Solo con ver a Agatha y sentirla crecer, podré encontrar otra realidad más tolerante, con ese sentimiento de amor, sin necesidad de que tenga sentido, su presencia también se extenderá como el agua fresca, como digo, sin que yo pueda controlarla y sin que tampoco tenga ningún deseo en hacerlo. Ella me controlará a mí con seguridad, no tengo dudas. Al menos en eso.
 

sábado, 19 de abril de 2014

COMENTARIO.- Madrid no cesa.


COMENTARIO.-
Madrid no cesa.









Madrid no cesa.
Hoy he recorrido de nuevo Madrid. La visita al Museo Thyssen-Bornemisza y a la exposición del pintor Edgar Degas en la Fundación del Canal han completado la jornada. La intención era visitar el Museo del Prado, pero la cola de visitantes  era inmensa. Esas esperas no se han hecho para mí, que soy de natural poco sociable y menos aún cuando debo compartir paradas largas superpobladas.  En el centro estaban las mismas multitudes. La Semana Santa ha traido a Madrid muchos más turistas. Los he visto caminar curiosos, con los mapas en las manos. El permanente movimiento no cesa.
Durante el paseo, he encontrado las torres financieras y las calles viejas.
La explotación y el dinero tienen sus propios monumentos. Cerca de los Juzgados se miran los edificios, las torres de cristal y el cemento, bajo sus pies están sus monstruos, los que siguen viviendo con el sudor de los de siempre.
Ya he retornado a casa, ahora lectura y silencio. Luego, más tarde, pensamiento y proyección, si, la proyección de la semana que se acerca. Aún queda el domingo para templar el agua. El baño de temas acumulados, estudios, lecturas, reuniones, correos electrónicos, se producirá de nuevo. Entre tanto, abro mi libro y continúo con la Antología de la Literatura Fantástica. Es una buena recopilación de sueños. Quizás me duerma con ella, quizás conozca los encantos de los fantasmas que alegran la vida o la hacen insoportable. Pierdo la noción de la realidad para seguir más vivo todos los días. Madrid no cesa, como no ceso yo en este deambular de encuentros.
Pienso sarcástico cómo todo se mueve sin preguntas. Las calles hablan por si solas. La ficción es una rememoración de recuerdos distorsionados. A veces tienen sentido, otras, su voz se escucha más clara. Ahora, en la lectura de las líneas de letras, éstas adquieren sus propias formas. Las imágenes surgen como las voces  de las calles, de las torres financieras y de las calles viejas.
Es posible y solo posible... que lo que no parece tener sentido, lo tenga en realidad, pero como la realidad no existe, la visión del Madrid nuevo y del Madrid viejo es otra fantasía. Una fantasía curiosa, a veces hermosa y a veces terriblemente oscura y empobrecida. La pobreza, sea cual sea, solo enseña podredumbres, sin embargo, la hermosura, la belleza, esa estética de contrastes de ésta ciudad, es como un camino libre de obstáculos que utilizas para alcanzar cualquier altura. De Madrid al cielo, eso se dice. El día ha pasado, casi, queda un tiempo de él aún. Seguiré degustándolo con la Antología de la Literatura Fantástica. Antes, he escrito unas líneas para que no se me olvide.

viernes, 18 de abril de 2014

COSTUMBRES.-







COSTUMBRES.-

Buenas son las costumbres que te alejan de los padecimientos; momentos, tiempo de recuperación después de la tensión diaria, de esa reflexión permanente. Espacios sencillos, en los que haces más uso del cuerpo que de la mente, pero en los que no hay nada separable en la complejidad. Una cerveza fresca, un día templado. Un placer único que te hace un poco más humano. La simplicidad es el mejor camino. Aire, camino y visión. En la parada una cerveza fresca. A veces no hace falta nada más y...tampoco menos.

sábado, 12 de abril de 2014

COMENTARIO.- UNA CONVERSACIÓN PECULIAR.- UN DÍA MÁS.










COMENTARIO
UNA CONVERSACIÓN PECULIAR
UN DÍA MÁS.- 
Sigo escribiendo estos comentarios. No sé si tienen o no un grado de lucidez suficiente como para expresar lo que pasa por mi cabeza. Son tantos pensamientos e imágenes. El cerebro parece seguir su propio camino. Tengo la sensación de que en mi interior hay dos –yoes-; uno el ordinario, el diario que sigue hacia delante y otro, más pausado, observador, que percibe una realidad diferente, (suponiendo que la realidad como tal exista).
Es frecuente que entre esos –yoes- haya debates y contradicciones. Quizá por eso, lo que opino un día, puede ser diferente con lo que hago otro. El mundo de la contradicción es algo implícito a la naturaleza humana, por mucho que nos esforcemos por seguir una línea recta.
No sé, ni tan siquiera, porqué comento esto. Tengo la seguridad de que a nadie le importa una mierda.
Con los años una capa de nostalgia cubre con frecuencia lo que pienso y lo que siento. Al parecer, fue un estudiante de medicina, llamado Johannes Hofer, que era de origen alsaciano, quien en el año 1688 creó ésta palabra, -nostalgia-. Si, efectivamente, la utilizó para describir una enfermedad; la que padecían los soldados suizos que estaban obligados a vivir lejos de las montañas. Utilizó la palabra nostos, (retorno) y la palabra algos, (dolor), cuando escribió su tesis titulada Dissertatio medica de nostalgia. A esta cuestión hace referencia el escritor Alberto Manguel en su obra titulada Diario de Lecturas. Es cierto, soy muy nostálgico, también místico y un poco estúpido.
Digo esto último, que soy un poco estúpido, ya que tengo con frecuencia notable torpeza en comprender ciertas cosas. Soy consciente de que eso le ocurre a todo el mundo en algunos momentos de su vida, por muy inteligente que se sea, pero, según voy cumpliendo años, como antes indicaba, lejos de comprender lo que ocurre con mayor facilidad, me pasa lo contrario. A pesar de la experiencia y de que ésta afirmación es algo tópica y habitual, después de tanto estudio y tantas lecturas, he adquirido una conciencia mayor de la gran cantidad de desconocimiento que tengo y lo que es peor, que nunca llegaré a saber lo que deseo. Sin embargo, es curioso, todos los días conozco muchos –listos-, que manifiestan tener en sus manos la verdad de casi todo y que aparentan disfrutar de una seguridad casi infinita sobre lo que es correcto y no lo es, sobre lo que es justo y no lo es, sobre lo que hay que hacer y no hacer.
Estos días pasados conocí a un tal ¿Alfonso?. No sé que me ocurre con algunos nombres, siempre confundo Alfonso, con Adolfo e incluso con Alberto. Cuando me quiero dar cuenta bautizo a las personas con otro nombre que no le corresponde. Me pasa incluso estando con ellos, no solo pensando en ellos. Digo que, conocí a un individuo, que ahora no sé muy bien como se llama, que me dijo cual era la solución para salir de la crisis. ¿?. Aunque no comprendí muy bien lo que quería decir, si consideré que mi experiencia me debía servir para detectar de modo inmediato, la imposibilidad de que tuviera razón, al menos en mi caso. Luego, después de un tiempo, dudo sobre si eso es así o no.
Sí, eso me dijo. No me lo dijo sin convicción, sino defendiendo su tesis con efusión e indicando que todo aquel que no compartiese la misma estaba muy equivocado. – Si la gente se diese cuenta de ello, todo se habría acabado, eso me dijo. – Como no es así, como la gente no quiere hacerme caso y no acepta la solución, es tan culpable como los que la han provocado, añadió.
La indicada tesis era: No pensar en ella.
¡Joder!, ¡No pensar en ella!. El tal Alfonso, Adolfo o Alberto, como se llamara este señor, lo dijo de modo doctrinal, firme, - No pensar en ella-, repitió.  Resumo brevemente la conversación:
-         ¡No pensar en ella!. ¡Esa es la solución!.
-         ¿Usted cree?.
-         Si, no solo lo creo, estoy convencido de que es así. Si no piensas en ella, simplemente no existe. Nada más.
-         Ya, pero aquellos que la sufrimos, que la sufren.
-         ¿Está usted convencido de que la sufre?. En eso si conviene pensar.
-         Claro que sí. Más aún, solo con recordar unos pocos años atrás, incluso meses, me doy cuenta de que mi vida ha cambiado notablemente.
-         Pero, ¿Porqué ha cambiado?.
-       No disfruto de los mismos medios de vida que tenía. Vivo en una situación de incertidumbre permanente y sobre todo, aún siendo afortunado, como lo soy, veo todos los días por las calles gente desesperada.
-         Ya. Eso es lo que desea ver. Más bien lo que le hacen ver.
-         ¿Qué quiere decir?.
-         Muchas veces, uno desea ver lo que ve. Igual pasa cuando uno no quiere ver algo. Si no quieres verlo, no lo ves.
-  No creo que sea esa una solución, más bien pienso que, lejos de solucionarse la crisis sin pensar en ella, la situación empeora.
-         Yo considero que no. No es que lo crea. Estoy convencido.
-         No sé…
-         Miré, no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.
-         Pero hay muchas personas que necesitan lo más elemental.
-         Sí, pero…eso es una consecuencia de la crisis, no la crisis en sí misma.
-         No le entiendo.
-         Muy sencillo. Una cosa es la crisis y otra sus consecuencias. Cuanto más pensemos en la crisis, más consecuencias tiene.
-         No veo como puede hacerse eso. No pensar en la crisis cuando no tienes casa, ni comida, por ejemplo.
-   Entiéndame. Yo voy a la raíz del problema. Con el miedo, nunca se obtuvieron derechos. No hay que tener miedo a negarse a reconocer a la crisis. Piénselo.
-         ¿Cómo?.
-         En el fondo es sencillo. No reconoces la crisis y la indiferencia ante ella la hace desaparecer. La crisis, si existe y si cada vez adquiere mayor importancia, nos aplasta como una losa. Hay que liberarse de ella. Salir a la calle y reivindicar derechos. No quedarse en casa lloriqueando.
-   Ya….. Discúlpeme, no le entendía. Estaba suponiendo que quería decir otra cosa.
-         No. Lo estaba entendiendo bien.
-         No lo sé.
-         ¿?
Después de aquella conversación, consideré que este señor era un –listo-. Reconozco que su tesis le podía servir a él, pero que a mucha gente no le podía ser útil. Además, ¿Como separar la crisis de sus consecuencias?. Me resulta algo muy difícil. Respeto su opinión, pero me cuesta compartirla. Luego, meditando sobre ello, tengo mis dudas.
En éstos momentos pasa bajo mi ventana una camioneta con altavoces. Anuncia la venta de mantas, sábanas y ropa de cocina. Esta misma mañana, escuche otro altavoz que anunciaba la venta de churros y porras. Durante ésta semana he visto por la calle Gran Vía y sus alrededores limpiabotas, afiladores e incluso, cerca de la Plaza de Lavapiés, a un chino cortando el pelo en la acera bajo un chopo. Si intento rememorar los tiempos pasados… Puede hacer más de treinta o cuarenta años que no escuchaba, ni veía algo así. No recuerdo que en los años sesenta o setenta, se practicase el oficio de peluquero en una calle de la capital. ¿Es posible vivir hoy sin pensar en la crisis?.