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sábado, 12 de abril de 2014

COMENTARIO.- UNA CONVERSACIÓN PECULIAR.- UN DÍA MÁS.










COMENTARIO
UNA CONVERSACIÓN PECULIAR
UN DÍA MÁS.- 
Sigo escribiendo estos comentarios. No sé si tienen o no un grado de lucidez suficiente como para expresar lo que pasa por mi cabeza. Son tantos pensamientos e imágenes. El cerebro parece seguir su propio camino. Tengo la sensación de que en mi interior hay dos –yoes-; uno el ordinario, el diario que sigue hacia delante y otro, más pausado, observador, que percibe una realidad diferente, (suponiendo que la realidad como tal exista).
Es frecuente que entre esos –yoes- haya debates y contradicciones. Quizá por eso, lo que opino un día, puede ser diferente con lo que hago otro. El mundo de la contradicción es algo implícito a la naturaleza humana, por mucho que nos esforcemos por seguir una línea recta.
No sé, ni tan siquiera, porqué comento esto. Tengo la seguridad de que a nadie le importa una mierda.
Con los años una capa de nostalgia cubre con frecuencia lo que pienso y lo que siento. Al parecer, fue un estudiante de medicina, llamado Johannes Hofer, que era de origen alsaciano, quien en el año 1688 creó ésta palabra, -nostalgia-. Si, efectivamente, la utilizó para describir una enfermedad; la que padecían los soldados suizos que estaban obligados a vivir lejos de las montañas. Utilizó la palabra nostos, (retorno) y la palabra algos, (dolor), cuando escribió su tesis titulada Dissertatio medica de nostalgia. A esta cuestión hace referencia el escritor Alberto Manguel en su obra titulada Diario de Lecturas. Es cierto, soy muy nostálgico, también místico y un poco estúpido.
Digo esto último, que soy un poco estúpido, ya que tengo con frecuencia notable torpeza en comprender ciertas cosas. Soy consciente de que eso le ocurre a todo el mundo en algunos momentos de su vida, por muy inteligente que se sea, pero, según voy cumpliendo años, como antes indicaba, lejos de comprender lo que ocurre con mayor facilidad, me pasa lo contrario. A pesar de la experiencia y de que ésta afirmación es algo tópica y habitual, después de tanto estudio y tantas lecturas, he adquirido una conciencia mayor de la gran cantidad de desconocimiento que tengo y lo que es peor, que nunca llegaré a saber lo que deseo. Sin embargo, es curioso, todos los días conozco muchos –listos-, que manifiestan tener en sus manos la verdad de casi todo y que aparentan disfrutar de una seguridad casi infinita sobre lo que es correcto y no lo es, sobre lo que es justo y no lo es, sobre lo que hay que hacer y no hacer.
Estos días pasados conocí a un tal ¿Alfonso?. No sé que me ocurre con algunos nombres, siempre confundo Alfonso, con Adolfo e incluso con Alberto. Cuando me quiero dar cuenta bautizo a las personas con otro nombre que no le corresponde. Me pasa incluso estando con ellos, no solo pensando en ellos. Digo que, conocí a un individuo, que ahora no sé muy bien como se llama, que me dijo cual era la solución para salir de la crisis. ¿?. Aunque no comprendí muy bien lo que quería decir, si consideré que mi experiencia me debía servir para detectar de modo inmediato, la imposibilidad de que tuviera razón, al menos en mi caso. Luego, después de un tiempo, dudo sobre si eso es así o no.
Sí, eso me dijo. No me lo dijo sin convicción, sino defendiendo su tesis con efusión e indicando que todo aquel que no compartiese la misma estaba muy equivocado. – Si la gente se diese cuenta de ello, todo se habría acabado, eso me dijo. – Como no es así, como la gente no quiere hacerme caso y no acepta la solución, es tan culpable como los que la han provocado, añadió.
La indicada tesis era: No pensar en ella.
¡Joder!, ¡No pensar en ella!. El tal Alfonso, Adolfo o Alberto, como se llamara este señor, lo dijo de modo doctrinal, firme, - No pensar en ella-, repitió.  Resumo brevemente la conversación:
-         ¡No pensar en ella!. ¡Esa es la solución!.
-         ¿Usted cree?.
-         Si, no solo lo creo, estoy convencido de que es así. Si no piensas en ella, simplemente no existe. Nada más.
-         Ya, pero aquellos que la sufrimos, que la sufren.
-         ¿Está usted convencido de que la sufre?. En eso si conviene pensar.
-         Claro que sí. Más aún, solo con recordar unos pocos años atrás, incluso meses, me doy cuenta de que mi vida ha cambiado notablemente.
-         Pero, ¿Porqué ha cambiado?.
-       No disfruto de los mismos medios de vida que tenía. Vivo en una situación de incertidumbre permanente y sobre todo, aún siendo afortunado, como lo soy, veo todos los días por las calles gente desesperada.
-         Ya. Eso es lo que desea ver. Más bien lo que le hacen ver.
-         ¿Qué quiere decir?.
-         Muchas veces, uno desea ver lo que ve. Igual pasa cuando uno no quiere ver algo. Si no quieres verlo, no lo ves.
-  No creo que sea esa una solución, más bien pienso que, lejos de solucionarse la crisis sin pensar en ella, la situación empeora.
-         Yo considero que no. No es que lo crea. Estoy convencido.
-         No sé…
-         Miré, no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.
-         Pero hay muchas personas que necesitan lo más elemental.
-         Sí, pero…eso es una consecuencia de la crisis, no la crisis en sí misma.
-         No le entiendo.
-         Muy sencillo. Una cosa es la crisis y otra sus consecuencias. Cuanto más pensemos en la crisis, más consecuencias tiene.
-         No veo como puede hacerse eso. No pensar en la crisis cuando no tienes casa, ni comida, por ejemplo.
-   Entiéndame. Yo voy a la raíz del problema. Con el miedo, nunca se obtuvieron derechos. No hay que tener miedo a negarse a reconocer a la crisis. Piénselo.
-         ¿Cómo?.
-         En el fondo es sencillo. No reconoces la crisis y la indiferencia ante ella la hace desaparecer. La crisis, si existe y si cada vez adquiere mayor importancia, nos aplasta como una losa. Hay que liberarse de ella. Salir a la calle y reivindicar derechos. No quedarse en casa lloriqueando.
-   Ya….. Discúlpeme, no le entendía. Estaba suponiendo que quería decir otra cosa.
-         No. Lo estaba entendiendo bien.
-         No lo sé.
-         ¿?
Después de aquella conversación, consideré que este señor era un –listo-. Reconozco que su tesis le podía servir a él, pero que a mucha gente no le podía ser útil. Además, ¿Como separar la crisis de sus consecuencias?. Me resulta algo muy difícil. Respeto su opinión, pero me cuesta compartirla. Luego, meditando sobre ello, tengo mis dudas.
En éstos momentos pasa bajo mi ventana una camioneta con altavoces. Anuncia la venta de mantas, sábanas y ropa de cocina. Esta misma mañana, escuche otro altavoz que anunciaba la venta de churros y porras. Durante ésta semana he visto por la calle Gran Vía y sus alrededores limpiabotas, afiladores e incluso, cerca de la Plaza de Lavapiés, a un chino cortando el pelo en la acera bajo un chopo. Si intento rememorar los tiempos pasados… Puede hacer más de treinta o cuarenta años que no escuchaba, ni veía algo así. No recuerdo que en los años sesenta o setenta, se practicase el oficio de peluquero en una calle de la capital. ¿Es posible vivir hoy sin pensar en la crisis?.

2 comentarios:

  1. En mi humilde opinión, lo más desastroso de la crisis no son las consecuencias que ahogan a los que estamos sacando la cabeza en el día a día, y cada vez nos hundamos más. Que la pobreza en España se haya multiplicado o que los comedores escolares sean la nueva beneficencia de los niños que no tienen para comer. Lo peor es la mansedumbre con la que aceptamos todas estas medidas antisociales. La campaña de comunicación de la crisis, ha estado perfectamente orquestada, de tal forma que ha sido capaz de amortiguar y justificar todas estas barbaridades hacia el pueblo, que a la postre es el que siempre termina pagando los platos rotos. Los señoritos, que siempre los ha habido, continuarán cortándose el pelo en el casino, donde no todo el mundo puede entrar.
    En este sentido, tengo que darle la razón a Alfonso, Adolfo o como sea, no tenemos que pensar en la crisis, que lo justifica todo. Hemos de pensar en positivo y madurar de una vez. Ser exigentes con nuestros políticos, haber si con un poco de voluntad política son capaces de representar nuestros intereses y no los de sus apoltronadas señorías. Pero para esto, los primeros en mover el culo hemos de ser nosotros, y esto último no parece que vaya a pasar.
    Siento nostalgia de nuestros abuelos que se dejaron la piel luchando y sufriendo para que sus hijos tuvieran un futuro mejor (y lo lograron), pero las generaciones actuales han mamado una vida blanda y fácil donde con tener cobertura de wiffi ya es suficiente. “Una guerra tendríais que pasar” amenazaba mi abuelo cuando no quería comer algo. Pues igual tenía el hombre razón.
    Carlos F. Ballesteros

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    1. Amigo Carlos,
      En primer lugar me alegro de que te hayas animado a perder un tiempo en la lectura de mi blog y más aún que aportes una opinión sobre su contenido. Participo en esa visión de pasividad y desánimo y sobre todo de falta de compromiso que se percibe en las calles. También tengo que decir que el tiempo se fagocita muchas cosas y eso genera cambios, visiones diferentes de las cosas. El solo hecho de que estemos comentando aquí este asunto, abre caminos, mueve mentes. Una de las mayores fortalezas de la humanidad no es necesariamente su capacidad de pensamiento, sino la -elección-. La -elección- condiciona el camino. He trabajado y sigo trabajando con políticos y conozco las prácticas, los habitos y muchas voluntades. En momentos de crisis, sean del tipo que sean, se confirman las capacidades y esas voluntades. El cambio se esta produciendo en éste país, pero no solo aquí. Vivimos un período de cambio que modificar profundamente las estructuras sociales y en tales circunstancias, es necesario calibrar hacia donde vamos. La ignariancia es una de las lacras sociales. Un mundo de ignorantes es un regalo para los poderosos. La nostalgia debe servir para tomar la experiencia útil. En alguna ocasión he comentado, como decía Bertrand Russell, que las ideas antiguas no sirven para solucionar los problemas modernos. Entre tanto, mientras intentamos orientarnos en el camino, no podemos, efectivamente, quedarnos en casa y esperar a la solución que nos den otros. Es cierto, has comprendido conmigo el fondo del comentario: La crisis no lo justifica todo. Es posible que esa mudurez requiera algo de tiempo. Esperemos que no sea mucho.

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