LOS
RECUERDOS.- I y II
I.- Los hechos que
construyen la vida, una vez nos visitan se marchan. Se van de
viaje hacia no se sabe que mundo. De vez en cuando, sin previo aviso, algunos
retornan y se presentan en nuestra casa, permanecen un tiempo y vuelven a salir
de viaje.
Otros hechos nunca
llegan a marcharse. Estan siempre con nosotros..., para lo bueno y para lo
malo. A la primera ocasión nos hacen notar su presencia.
Lo más sorprendente
se produce, tal y como ya contaba Marcel Proust en su obra titulada En Busca
de un tiempo perdido, (Por el camino de Swann), en aquellas ocasiones en
las que al mojar la magdalena en el té, el mundo que nos rodea y mantiene, se
tambalea. Entonces, la ceguera de nuestra propia existencia se derrumba
abriéndose paso entre los recuerdos. El muro se ha caído y los recuerdos,
como ladrillos, se acumulan por todas partes.
Cuando los olores o
los sabores, que muchas veces son la referencia permanente de los hechos, nos
hacen remitirnos al pasado y volver a ver a una madre, a un abuelo, a un
amigo, una casa, un paisaje y sentir el amor, la desilusión o el terrible
terremoto de lo acontecido, con parecida viveza, ilusión, esperanza o tristeza
como cuando todo aquello paso.
Los recuerdos son
nuestra propia historia. Sin ellos no sabríamos nada y tampoco seríamos
nosotros mismos. Sin recuerdos no podríamos reconocernos, por eso, es
bueno y necesario recordar y esforzarnos por ello es como mover la pluma del
escritor, como los dedos que teclean en el ordenador, para dejar constancia de
nuestra propia existencia y de lo que somos.
II.- Algunos opinan
que existen hechos que es mejor no recordar. Sin embargo, yo soy de la opinión
de que cualquier recuerdo, sea del tipo que sea, hay que mantenerlo en la
memoria. La literatura y la historia nos lo demuestran. Cualquier recuerdo es
un hecho que ha ocurrido, un acontecimiento del que se debe aprender. En parte,
la trascendencia del ser humano consiste en saber de uno mismo, de sus valores
y de sus imperfecciones.
Por ejemplo, Albert
Camús, en obra titulada La Sangre de la
Libertad, rememora hechos que hoy muchos no desean que formen parte del
recuerdo. En sus cartas al amigo alemán,
crea su propia trascendencia, en contradicción con hechos que fueron
monstruosos y que hoy, parecen no haberse producido nunca. En dichas cartas, escritas en la clandestinidad de
la ocupación alemana de Francia, expreso sentimientos en el contexto de la
censura y del colaboracionismo del Gobierno de Vichy.
¿Quién recuerda hoy
las matanzas alemanas perpetradas en Lídice, en junio de 1942, donde fueron
fusiladas 340 personas, en respuesta por el atentado perpetrado contra Reinhard
Heydrich, o la matanza que tuvo lugar en Oradour sur Glane en 1944, donde
fueron asesinadas por los alemanes 642 personas, de las cuales 245 fueron
mujeres y 207 fueron niños. Esos hechos, ¿Hay que recordarlos o no?. Pienso que
sí. Hechos como éstos deben formar parte de la memoria, son solo un ejemplo y
es importante tenerlos en nuestro interior especialmente cuando aquellos que
hoy se presentan ante nosotros como los poderosos, como aquellos que ostentan
la verdad absoluta del orden y de la eficacia y critican cualquier otra postura
distinta a la de ellos, mediante una posición de fuerza e injusta, son los
herederos de aquellas barbaries de las que hoy nadie quiere hablar, de las que
no es políticamente correcto hacer referencia.
Siento un profundo
dolor ante la miseria y por tanto ante la ausencia de libertad, ya que la
miseria nunca ha sido ni será libre.
Es totalmente ilícito
pretender que los que ahora son acreedores de países que sobreviven casi solo
con su dignidad, no recuerden que ellos mismos fueron deudores y que gran parte
de su deuda les fue perdonada. Si ese hecho no hubiese ocurrido, jamás habrían
alcanzado la posición que hoy tienen y no tendrían el poder que ejercen.
Además, no se debe
olvidar que su deuda, la deuda a la que me refiero y que no cito por ser un hecho
sabido por todos, tenía por causa la muerte de millones de personas y que aún
así, no la pagaron. Hay que recordar ese hecho, por su trascendencia y por la
injusticia que hoy representa, que esos mismos, los antiguos deudores, a los
que, al parecer, no hay que recordar su historia, porque no es políticamente
correcto, son los que en la actualidad ahogan y exigen el pago de cada euro de
la deuda de otros, aunque éstos últimos no tengan ninguna posibilidad de
amortizarla.
Es cierto. Soy de la opinión
de que la memoria y los recuerdos que en ella existen, deben de estar en el interior
de las personas. De lo contrario, no seremos capaces de valorar bien lo que somos
o hemos sido.
En éstas palabras se contienen
opiniones que muchos comparten, pero que no se usan y no hace falta meditar sobre
su oportunidad o no, ya que son hechos históricos, reales, que han ocurrido y que
ocurren de verdad. Habrá otros que no estarán por uno u otro motivo de acuerdo con
ellas, pero la libertad merece el ejercicio de expresarlas.
JB.
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