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domingo, 25 de enero de 2015

LA REFLEXION CONTINÚA.- LOS RECUERDOS I Y II.-








LOS RECUERDOS.- I y II
I.- Los hechos que construyen la vida,  una vez nos visitan se marchan. Se van de viaje hacia no se sabe que mundo. De vez en cuando, sin previo aviso, algunos retornan y se presentan en nuestra casa, permanecen un tiempo y vuelven a salir de viaje.
Otros hechos nunca llegan a marcharse. Estan siempre con nosotros..., para lo bueno y para lo malo. A la primera ocasión nos hacen notar su presencia.
Lo más sorprendente se produce, tal y como ya contaba Marcel Proust en su obra titulada En Busca de un tiempo perdido, (Por el camino de Swann), en aquellas ocasiones en las que al mojar la magdalena en el té, el mundo que nos rodea y mantiene, se tambalea. Entonces,  la ceguera de nuestra propia existencia se derrumba abriéndose paso entre los recuerdos. El muro  se ha caído y los recuerdos, como ladrillos, se acumulan por todas partes.
Cuando los olores o los sabores, que muchas veces son la referencia permanente de los hechos, nos hacen remitirnos al pasado y volver a ver a una madre, a  un abuelo, a un amigo, una casa, un paisaje y sentir el amor, la desilusión o el terrible terremoto de lo acontecido, con parecida viveza, ilusión, esperanza o tristeza como cuando todo aquello paso.
Los recuerdos son nuestra propia historia. Sin ellos no sabríamos nada y tampoco seríamos nosotros mismos. Sin recuerdos no podríamos reconocernos,  por eso, es bueno y necesario recordar y esforzarnos por ello es como mover la pluma del escritor, como los dedos que teclean en el ordenador, para dejar constancia de nuestra propia existencia y de lo que somos.
II.- Algunos opinan que existen hechos que es mejor no recordar. Sin embargo, yo soy de la opinión de que cualquier recuerdo, sea del tipo que sea, hay que mantenerlo en la memoria. La literatura y la historia nos lo demuestran. Cualquier recuerdo es un hecho que ha ocurrido, un acontecimiento del que se debe aprender. En parte, la trascendencia del ser humano consiste en saber de uno mismo, de sus valores y de sus imperfecciones.
Por ejemplo, Albert Camús, en obra titulada La Sangre de la Libertad, rememora hechos que hoy muchos no desean que formen parte del recuerdo. En sus cartas al amigo alemán, crea su propia trascendencia, en contradicción con hechos que fueron monstruosos y que hoy, parecen no haberse producido nunca. En dichas cartas, escritas en la clandestinidad de la ocupación alemana de Francia, expreso sentimientos en el contexto de la censura y del colaboracionismo del Gobierno de Vichy.
¿Quién recuerda hoy las matanzas alemanas perpetradas en Lídice, en junio de 1942, donde fueron fusiladas 340 personas, en respuesta por el atentado perpetrado contra Reinhard Heydrich, o la matanza que tuvo lugar en Oradour sur Glane en 1944, donde fueron asesinadas por los alemanes 642 personas, de las cuales 245 fueron mujeres y 207 fueron niños. Esos hechos, ¿Hay que recordarlos o no?. Pienso que sí. Hechos como éstos deben formar parte de la memoria, son solo un ejemplo y es importante tenerlos en nuestro interior especialmente cuando aquellos que hoy se presentan ante nosotros como los poderosos, como aquellos que ostentan la verdad absoluta del orden y de la eficacia y critican cualquier otra postura distinta a la de ellos, mediante una posición de fuerza e injusta, son los herederos de aquellas barbaries de las que hoy nadie quiere hablar, de las que no es políticamente correcto hacer referencia.
Siento un profundo dolor ante la miseria y por tanto ante la ausencia de libertad, ya que la miseria nunca ha sido ni será libre.
Es totalmente ilícito pretender que los que ahora son acreedores de países que sobreviven casi solo con su dignidad, no recuerden que ellos mismos fueron deudores y que gran parte de su deuda les fue perdonada. Si ese hecho no hubiese ocurrido, jamás habrían alcanzado la posición que hoy tienen y no tendrían el poder que ejercen.
Además, no se debe olvidar que su deuda, la deuda a la que me refiero y que no cito por ser un hecho sabido por todos, tenía por causa la muerte de millones de personas y que aún así, no la pagaron. Hay que recordar ese hecho, por su trascendencia y por la injusticia que hoy representa, que esos mismos, los antiguos deudores, a los que, al parecer, no hay que recordar su historia, porque no es políticamente correcto, son los que en la actualidad ahogan y exigen el pago de cada euro de la deuda de otros, aunque éstos últimos no tengan ninguna posibilidad de amortizarla.
Es cierto. Soy de la opinión de que la memoria y los recuerdos que en ella existen, deben de estar en el interior de las personas. De lo contrario, no seremos capaces de valorar bien lo que somos o hemos sido.
En éstas palabras se contienen opiniones que muchos comparten, pero que no se usan y no hace falta meditar sobre su oportunidad o no, ya que son hechos históricos, reales, que han ocurrido y que ocurren de verdad. Habrá otros que no estarán por uno u otro motivo de acuerdo con ellas, pero la libertad merece el ejercicio de expresarlas.
JB. 

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