EL DOMINGO.- 8 DE JUNIO DE 2014.
Hoy es domingo. Un último día de varias
cosas. Unas más importantes que otras. Es el último día de una semana, es el
último día en el que nuestro Rey, Juan Carlos I, se despide de sus Fuerzas
Armadas. Es el último día de varios días con dolor de cabeza. Es el último día en el que se mantendrán las temperaturas suaves y frescas. Es el último día….en el
que he tenido de nuevo la sensación de ver pasar el tiempo a una velocidad de
vértigo, sin que pueda haber retenido de ella una mínima parte de lo que tiene
de interés.
Veo el pasado reciente de este país como un montón de ropa vieja y sin tender, pero durante el domingo no la voy a colgar. No por falta de ganas, pero no lo lo voy a hacer.
El domingo es un día de la semana que me
recuerda a esos pueblos que están enclavados en los límites de las montañas,
separando la frontera entre dos regiones o dos países. Es un día intermedio,
que no acaba de ser ni una cosa ni la otra. Cuando algo es de ese modo, la
gente, en general, no muestra mucho interés por ello o por él. Cuando llegas
hasta el domingo pasas con rapidez, como lo haces por un pueblo en la frontera,
para no quedarte en el límite, entre los países o las regiones. El domingo, es
como la proximidad de un Despeñaperros, cuando te diriges hacia Andalucía, como el paso hacía la cumbre del Midi, en la
frontera del Pirineo Aragonés, entre España y Francia. Eso es, algo intermedio,
incluso, es algo caro, parece que cuesta más que cualquier otro día de la
semana. Tienes que pagar en el domingo, pasar sus horas y entonces notas que
hay un peso diferente en el día. Por la mañana, aún conserva el precio de la
semana que ha pasado, más aún, del sábado o el viernes, pero por la tarde…, se
encarece mucho, cuesta mucho que pase. Es un gran peso, ya que más que domingo
es el prólogo del lunes, que ya está ahí, en la puerta. Lo ves por la ventana.
El lunes está aparcado como un seiscientos. Solo quedaría bajar un cubo con
agua y una esponja y lavarlo, sacarle brillo. Un seiscientos. Hoy no hay
seiscientos, ni pensamientos como entonces. Un seiscientos era una ilusión.
Quien vivió aquello, lo recordará. Ahora solo hay ropa vieja sin tender.
Es cierto, el domingo es el patito feo de la
semana. Siempre deseamos que el fin de semana llegue, pero en realidad no es
así. Deseamos que llegue el viernes por la tarde, el sábado, pero el domingo,
especialmente el domingo por la tarde…es un día feote, no igualmente querido,
por el que pasamos de puntillas para no despertarlo.
A veces, durante el domingo y más aún durante
su tarde, quieres aprovechar el tiempo, no desperdiciar ni un minuto de luz, de
ambiente, de paseo, de descanso. La voluntad te lleva a la culminación del día.
Quieres tocar los segundos. Miras a tu alrededor para que cada imagen quede en
ti y no se disperse. Deseas que el anochecer sea más lento y durante las horas
nocturnas te resistes a acostarte. Sabes que cuando lo hagas, ya será el nuevo
lunes y quedará por recorrer nada menos que una larga semana por delante. El fin
de semana ya habrá pasado.
El domingo, como digo, puede ser otras muchas
cosas. Un día dedicado a uno mismo, a otros, un día diferente a todos los demás
y por tanto, único, especial, excepcional. El domingo puede ser lo que uno quiera
que sea, como ocurre en otros casos. Cuando eliges lo que quieres que sea cada cosa.
Lo que quieres que sea para ti, claro. Cada cosa será lo que es, pero tú puedes
querer que sea de otro modo y con que sea distinta para ti, es suficiente. Lo mismo
ocurre con el domingo. Al ser diferente, cada domingo, puede serlo también. Todo
depende de uno mismo. ¿No?. Puede ser un día de mierda o un día estupendo alejado
de todo, tranquilizador, relajante y satisfactorio. ¿Qué opinas?.
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