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sábado, 7 de junio de 2014

EL PARQUE DEL RETIRO DE MADRID.




El Parque del Retiro ayer tenía un ambiente de tranquilidad y de  aire fresco. El estanque, a la caída de la tarde,  era un reflejo de  plata, con muchos brillos desordenados, sobre los que navegaban los patos y los colores adquirirían tonalidades verdosas y grises. Ya no estaban las barcas, ni se movía el catamaran de aparíencia endeble que navega al impulso de la energía solar. El sol se había marchado. Parecía todo ordenado, recogido, en su sítio. Algunas lámparas empezaron a alumbrar esas penumbras que se extienden en los bosques de jardín y los transeuntes recogieron sus pasos hacia las salidas del Parque cuando yo caminaba junto a las aguas.
Estuve firmando en la Fería del Libro, en el Paseo de Coches, durante la tarde y luego retorné a casa, viendo esos brillos en las aguas, los surcos triangulares que dejaban los patos solitarios. Me marché como un paseante de manos embolsilladas.



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