UNOS DÍAS DE FIESTA. EL JUEGO DE LOS PINGÜINOS.
Los días de fiesta parecen desordenar la vida normal, tan
condicionada por los hábitos. Cuando te quieres dar cuenta, ya han pasado las
horas a una velocidad de vértigo y tienes la sensación de haber desaprovechado
el tiempo, sin embargo, es cierto que no puedes ser creativo a cada momento y
que los espacios temporales se abren paso por sí mismos, sin dejarte hacer
aquello que te produciría, quizá, mayor satisfacción, pero...al mismo tiempo,
también dejas pasar esas horas porque no te encuentras con la energía
suficiente como para mantener el mismo ritmo de actividad. Podría haber dibujado,
escrito, leído..., pero he permanecido muy pasivo. Sentado en un sillón, con
los brazos colgando e inmerso en las imágenes de una televisión estúpida o en
la observación de una película grabada y con poco interés. ¿Por qué ocurre
eso?. No lo sé muy bien.
Siempre tengo en la cabeza pensamientos de éste tipo e
incluso me pregunto cómo en tal o cual período he sido capaz de hacer una u
otra cosa, que ahora observada o leída, parece que la ha hecho otra persona.
Por otro lado, aunque mi impulso literario es grande,
también hay momentos en los que la ausencia de interacción o la ausencia de
lectores, me agota. No necesariamente todo lo que escribo sale de mí para otro
u otros, pero la mayoría de las veces sí. Me siento como un Pessoa, marcando la
enorme distancia que nos separa, (quien lo fuera) y ese agotamiento que comento
me paraliza. Poco o nada parece tener mucho sentido. Sin embargo, soy muy
consciente de que las cosas son como son, no como uno desearía que fueran y por
tanto, mi capacidad de adaptación permanece viva. Gracias a eso mantengo una
visión de la realidad-ficción bastante razonable o equilibrada. De lo contrario
llegaría a pasarlo muy mal.
La semana pasada ha estado repleta de acontecimientos para
la historia. Creo que vivimos tiempos sorprendentes. La abdicación del Rey, el
reconocimiento del nuevo Felipe VI, el asunto Catalán, la supuesta bajada de
impuestos, la Troika, los saltos de la valla de Melilla, las manifestaciones
permanentes, la guerra de Irak, las muertes de Croacia, el calor del verano, la
imputación de la infanta, el asunto Bárcenas, el mundial de futbol en Brasil,
la caída de la Roja, las recientes elecciones europeas, la proximidad de las
elecciones municipales, autonómicas e incluso nacionales, el descontento
general, la inestabilidad del euro, la desesperanza, la poca cultura, el
grandísimo cambio social. Dentro de unos años no nos va reconocer nadie. Ni tan
siquiera nos vamos a conocer nosotros mismos. Parece que nos encontramos en un
permanente estado preelectoral. Lo que ocurre en España cubre un espacio muy
grande. Me llama la atención que casi no haya noticias internacionales. ¿Qué
está ocurriendo en los países más cercanos a nosotros?, en Portugal, en Grecia,
en Italia, en Francia. El adormilado despertar social produce temores. Ahora se
debate sobre el nuevo partido Podemos. Existe miedo y esperanza, según quien
opine sobre él. (Este país siempre ha sido muy temeroso a los cambios). Cuando
se aproximen más los períodos electorales la mayor fuerza de los partidos tradicionales
contra Podemos, será el miedo. Baltasar Garzón ha creado un nuevo partido
político. El Juez Silva va dando saltos de un punto a otro, en una guerra
personalizada que ha llegado a la incoherencia total. ¿Dónde se encuentran las
buenas noticias?. Cuando puedes leer una buena noticia en un periódico o
escucharla en una emisora de radio o en una cadena de televisión, no te lo
acabas de creer. Sientes tan profundamente que la información está mediatizada,
manipulada, que todo parece mentira. La incredulidad te lleva a la percepción
del caos. Parecemos mariposas, pero no creemos que nuestro aleteo llegue a
mover ni una hoja en el otro extremo del mundo. Eso significa que la percepción
es de inexistencia, de falta de importancia. No importamos mucho. De modo
colectivo no importamos a los poderosos, menos aún de modo individual y además,
no tenemos energías, al menos yo, como decía al principio, para hacer nada en
apariencia importante. Aún así insisto en escribir esto, aunque no se lo lea
nadie.
Parecemos "pingüinos" dando vueltas y vueltas en
un círculo sin principio ni fin. La gente, en general y con todos los respetos,
no acaba de saber bien de donde viene y menos aún hacia donde se va. Prefiere
no pensar mucho sobre ello, mientras tanto, mi capacidad de observación se ha
incrementado. Me ocurre con la observación algo muy parecido a lo que me ocurre
con la conversación. Cada vez hablo menos, pero escucho mejor. Mi capacidad de
escuchar y observar se incrementan. Es una reacción exponencial. Cuanto menos
puedes participar, cuanto menos libre eres, mejor observador eres. Es posible
que se trate de algo instintivo.
Sobre todas estas cosas hay muchas opiniones, pero pocas
realmente compartidas. Pienso yo. La mayoría quiere opinar imponiendo. Yo no.
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