UN COMENTARIO.-
BONITO DÍA.-
El día es tan luminoso que las gafas de sol se agradecen. Yo las uso en
pocas ocasiones, pero ésta mañana me las pondré. Gafas de sol, bastón,
bufanda y zapatillas de deportes. Un pequeño paseo y retorno. Cuando
llegan éstas fechas parece que el ánimo se revoluciona. Debe de tratarse
de alguna herencia instintiva y bastante animal, pero es agradable. Las
mujeres están más bellas y el ambiente
parece más nítido y colorido. Me entran unos deseos enormes de salir
corriendo hacia cualquier parte y gritar como un loco en la cumbre de
una montaña o a la orilla de un mar embravecido. Es una pena que no
pueda hacerlo. La sangre debe circular con mayor ímpetu por nuestras
venas cuando la temperatura se modera, supongo yo.
Hoy no deseo
mantener el permanente estado depresivo al que nos arrastra la situación
general. Prefiero meditar sobre el color del jardín que veo desde mi
ventana y escuchar, con el mayor de los entusiasmos, el canto, casi
explosivo, de un verderón que posado en el extremo de la rama de uno de
los cipreses se desgañita para marcar el territorio de sus vuelos y
garantizar sus cópulas.
Hoy es un día en el que la reflexión debe
dedicarse al aire fresco, a la luz y a ese entusiasmo que provoca el
hecho de estar aún vivo, a pesar de los saltos de riesgo que hemos dado
durante tantos años para intentar alcanzar una meta desconocida, que en
realidad, se encuentra en medio de un camino, cuyo final ya sabemos que
es inevitable. No en vano alguien dijo que lo bueno del viaje no es el
destino, sino el propio camino.
Ha amanecido temprano y las luces se
han extendido como las aguas de un riachuelo. Todo ha sido brillos y
frescor. Los verdes se han hecho más verdes y el cielo se ha visto más
azul. Luego, cuando se alcancen las horas del mediodía, la fuerza de
esos colores se suavizará y el sueño, en el fin de semana, se convertirá
en un tiempo propicio para la siesta en la sobremesa; solo de unos
minutos. El corazón, que antes latía algo más lento, modificará su ritmo
a la espera de la caída del sol, que se alargará más de lo normal.
Como se puede ver, estoy algo poético o místico. Es cosa de esa luz de
la mañana, del movimiento de esos pájaros que no paran un instante y de
los deseos que tengo por sentirme normal, con una vida normal, en una
sociedad normal. Claro, la normalidad es algo relativo, ya se sabe.
He salido a la calle y todo me ha parecido diferente. Decía Schopenhauer
que la realidad que percibimos no es real, solo la sombra de la verdad.
En el fondo, influido por la filosofía oriental, creía haber
descubierto una forma distinta de percibir el mundo de Platón. La
verdad, decía, es el pensamiento, el sentimiento. Hoy la verdad ha
debido de abrirse paso y lo que se ve es eso, pensamiento y sentimiento.
Es un día que me hace estar más sensible, más abierto, creo saber que
lo que veo es más verdadero.
Esto de vivir en una ciudad, en un día
como hoy, tiene algo de pérdida. Tanta luz la sentiría mucho más en el
campo, en el valle, junto a las aguas de un lago o de un río. Aquí el
cemento y el asfalto te limitan la visión, tienes que buscar un parque,
un jardín, un banco donde recalar.
La gente sale de sus casas como
las hormigas y deambula de un lugar a otro sin parar y eso ánima también
el ambiente. Solo me molesta un poco el ir y venir de los coches, que
se escucha en exceso, el grito del niño que corretea inseguro, mientras
sus padres, más estresados de lo habitual, lo observan con esa
indiferencia algo agotada. Tener hijos tan mayores requiere un
sobreesfuerzo. El perro que caga en la acera, dejando allí su coprolito
tieso. Son molestias relativas, porque, como digo, el día está muy
luminoso y los colores parecen comerse los dolores y sufrimientos de
muchos.
Al mirar, al observar, todo parece normal, efectivamente.
Hoy no existe el paro, la corrupción y las miserias financieras. Es un
día de aperitivo y tertulia. He dejado el abrigo en casa y solo llevo la
bufanda. Es cierto, he salido de la cueva de Platón y ya no hay
sombras. Todo es real. Es lo que parece. Algún día así tenía que
existir.
He vuelto del paseo y he tenido que contarlo.
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