UN COMENTARIO.-
LA ADMINISTRACIÓN Y EL CIUDADANO.-
En la actualidad te ves obligado, una y otra vez, a judicializar la
vulneración de cualquier derecho. La postura de la Administración, por
llamarla de algún modo, ya que administrar administra cada vez menos,
salvo para aquello que implique para el ciudadano el pago de multas,
impuestos y sanciones, consiste en utilizar un sistema formulario de negación
de derechos, con apariencia de contenido, que sirve para denegar un
recurso, para rechazar una prestación o para cualquier otro tipo de
supuesto en el que ese ciudadano pudiera tener acceso a algún cobro o
evitar algún pago.
Cuando la voracidad recaudatoria gana tanto
terreno, se pierde el sentido común y sobre todo lo que se pierde es la
justicia. No puede existir justicia en un sistema inmensamente
burocratizado, que planta muros, uno detrás de otro, para que el
ciudadano sea incapaz de saltarlos. La Administración administra con un
sistema de –agotamiento-. Los propios funcionarios, cuando acudes a las
oficinas para realizar cualquier tipo de reclamación o para defenderte
de los abusos, te miran con perplejidad, incluso en algún caso, pocos,
todo hay que decirlo, te aconsejan extraoficialmente para que tus
pretensiones puedan tener algún éxito, ya que su moral les obliga a
decir algo. Ven tantas barbaridades, que en algún momento su incomodidad
les obliga a orientar tus pasos en una dirección, al menos en
apariencia, algo más segura, aún a sabiendas de que incluso en ese caso,
tus posibilidades de éxito son nulas.
Hemos vuelto a la –ventanilla
del manguito-, a la cola larga de la paciencia; mientras que los medios
tecnológicos aparentan abrir puertas nuevas y más eficaces, pero eso,
es mentira.
La Administración hoy, en un alarde de modernidad,
introduce las declaraciones, recursos y solicitudes por vía informática,
hasta tal punto, que no exista otro medio para acceder a sus oficinas, o
implanta sistemas para que sea enormemente difícil.
Hoy ya
existen muchos trámites que no se pueden hacer de otro modo distinto que
no sea con un ordenador. Eso reduce el número de funcionarios, impide
la utilización de formulas extensas que te permitan exponer tus
pretensiones, teniendo que utilizar modelos miniaturizados y sin fondo
legal, no te garantiza la recepción en muchas ocasiones y te obliga a
realizar múltiples esfuerzos por acceder a páginas web que no funcionan o
que funcionan mal, facilitan la superación de los plazos para reclamar y
generan un descontrol notoriamente diferente a la supuesta regla de
ordenación y control que parece crear la tecnología. Coloca en
definitiva al ciudadano, en manos de la Administración, para que recorte
sus derechos, incremente sus obligaciones y haga más difícil su vida;
sobre todo utilizando su dinero.
A todo lo anterior, hay que
añadirle el incremento de los costes de los trámites administrativos,
las tasas y las garantías. Una verdadera locura administrativa que es
incompetente, ineficaz, que representa un permanente abuso de la
ciudadanía, que no puede tener voz y que de un modo, siempre
desproporcionado, tiene mucho que perder para que gane la
Administración. No olvidemos que quien administra es quien gobierna.
Cuando de un modo desesperado te ves obligado a decidir, ante los
embargos de tus cuentas o el silencio formulario de tus reclamaciones,
si tienes que acudir o no a los juzgados y tribunales, tienes que
pensarlo bien, ya que las tasas judiciales, las costas y los honorarios
de los Letrados, que no pueden trabajar de balde, son anuncios para que
tengas miedo y te decidas por claudicar.
Esta situación ha llevado
en éste país, supuestamente de derecho, aún a pesar de los muchos
desistimientos, a la judicialización permanente de las reclamaciones, lo
que se ha convertido en una aventura aún más dolorosa si cabe, ya que
los Juzgados, saturados de expedientes, con muy pocos medios, se ven
obligados a soportar una carga que el Ministerio de Justicia no
soluciona y una demanda presentada hoy, puede empezar a dilucidarse a
los dos años. Como ejemplo, pueden citarse las demandas laborales, en
las que las citaciones para juicio se dilatan de tal manera que para
cuando puedas entrar en una sala, la empresa obligada al pago se ha
extinguido, la invalidez pretendida ha acabado con el reclamante o el
despedido ha llegado a la desesperanza y a la ruina.
¿Cómo se puede
enjuiciar un accidente de tráfico después de tres años?. ¿Quién se
acuerda de lo que paso?. En una herencia, el debate de los herederos no
tiene mucho sentido, ya que las tierras han sido arrasadas por un
tornado y las casas embargadas.
Entre tanto, en los procedimientos
Administrativos, la maquinaria de la administración sigue. Cualquier
debate pretendido por el ciudadano, que implique una obligación de pago
para el mismo, sigue caminando y las posibilidades de suspensión son tan
reducidas, que la mayoría acaban optando, aún sabiendo de la injusticia
que sufren, por pagar de modo aplazado lo que les es posible, antes que
entrar en un Juzgado, en el que la moneda de la suerte da vueltas y
vueltas y no acaba de caer durante mucho y mucho tiempo.
En una
separación, puede ocurrir cualquier cosa, que te divorcien cuando solo
querías separarte porque alguien se equivoco de impreso o modelo de
sentencia.
Ahora, en los registros civiles, te quieren cobrar también por comunicar la muerte de tu madre.
Ya sé que estos comentarios son, una vez más, palabras y palabras sobre
lo mismo y que no cambian mucho las cosas, pero al menos me esfuerzo
por ser consciente de lo que ocurre y en cuanto tengo oportunidad, dejo
constancia de ello, ante la oficina administrativa, ante el Juzgado o
ante quien pueda escuchar.
Es cierto que el Juez y el oficial, muchas veces son solo mensajeros, pero ¡Ya está bien!, ¿Qué hacer?.
Por lo demás, soy de los que pienso que no se debe abandonar ningún
derecho. Cuando te ves obligado a hacerlo hay que recordar todo lo que
tuviste que alimentarlo. Dejarlo en el desierto del olvido, para que se
muera de sed y de hambre, no tiene sentido.
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